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The Matrix. El secuestro de lo real

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Cuando Andy y Larry Wachowski se pusieron a escribir, dirigir y producir Matrix no pensaron en el gran impacto social que se iba a producir a nivel de cultura de masas. Esbozaron un producto con muchos niveles de lectura, de ahí su alcance a amplios niveles de espectadores y estructuras sociales.

Si consideramos a Matrix nada más que como un mero ejercicio de negación de lo real, debido a la constante huida de sus personajes del mundo conocido para adentrarse en otro “aparentemente más real”, habría que preguntarse el por qué de esta negación. Y las respuestas que me salen son: una, la posibilidad de construir otra realidad permite ofrecer una crítica del mundo desde otra óptica; dos, la negación supone siempre un no reconocimiento de lo negado afirmando tácitamente un desacuerdo. Otra variante es el análisis de la realidad desde el exterior para poner énfasis en la distancia y poder dictaminar los problemas desde la distancia.

Lo evidente en la película Matrix es que la realidad es secuestrada, simulada por un programa de ordenador concebido por las máquinas que gobiernan a los humanos. Simular es fingir tener algo que no se tiene. Y los hermanos  Wachowski someten lo real a mero producto artificial, con unas intenciones que se aproximan a la ciencia-ficción para adentrarse en lo fantástico.

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En Matrix se observa una inquietante postura hacia la visión de la realidad, su significado adquiere un tinte hiperreal al ser lo real un significante vacío per se de contenido. La pérdida del modelo original, “la verdad, la referencia, la causa objetiva han dejado de existir definitivamente” *, por ello, el modelo es simulado en una gama amplia de simulaciones. Matrix es una variación más.

En Matrix se secuestra lo real para omitir lo evidente, suplantando una realidad apocalíptica por otra más humanizada a la vez que artificial. Y como consecuencia los protagonistas son fríos, estéticos e impolutos dentro de Matrix, vestidos con ropas negras y tejidos casi antinaturales y gafas oscuras mientras que en Zion (o cualquiera de los lugares no-Matrix) se muestran más cercanos, humanos y próximos, cuyas ropas –casi de rastrillo- distan mucho del glamour de Matrix.

El cine contemporáneo ha optado por secuestrar la realidad de manera indiscriminada, Matrix es el mejor exponente, de obviarla al fin y al cabo de toda significación posible. Convertirla en su pequeño Disneyworld y travestirla de dulces historias de arriesgados aventureros, humanos torpemente enamoradizos y marcianadas varias que representan lo real como mero trasunto para envolver el escenario del superhéroe de turno, silenciando que detrás de las patadas, acrobacias y saltos mortales existe el hombre que accede a lo real a través de su cuerpo. Y el cuerpo es tan limitado como el espíritu humano.


Baudrillard, J.: Cultura y simulacro. Editorial Kairós. Barcelona, pág. 14.

Estrategias de la incomunicación | Moon

Maravillosa película de Duncan Jones, Moon (2009)

«- Qué asco de mundo en el que vivimos, ¿eh? […] Pero podría ser peor, ¿eh?

– Desde luego – dije, o incluso mucho peor, podría ser perfecto.

Me observó mientras desaparecía por la calle con mi pequeño paquete de catástrofe condensada.»

William Gibson, El continuo de Gernsback