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La mujer fatal y otras chicas malas

La palabra mujer ha venido siendo sinónimo de control, represión, ideal estético, belleza quirúrgica, objeto, muñeca y malvada, por citar algunos. Desde la Antigüedad hasta hoy se ha considerado a la mujer como un contenedor del mal, una imagen recurrente para ser usada como un símbolo de lo maléfico, una iconografía clásica que intenta representar en su figura la expresión de las fobias y miedos masculinos. Sobre lo que no se conoce se especula y se interpreta, estimulando la ignorancia. Y así, entre el espacio de lo real y lo especulado, discurre una frontera que explora el desconocimiento como vía expiatoria para modelar el discurso masculino sobre lo femenino.

No es de extrañar que desde los inicios de la modernidad se investigara aquellos aspectos relacionados con la sociología, antropología, fotografía, es decir, la forma de mirar y relacionarse los hombres y las mujeres. Eva, Medea,  Helena de Troya, Salomé, Yudith, Dalila, etc… son personajes históricos negativos de la mujer. Retratos reconvertidos con el paso del tiempo en mujeres fatales, madame Bovary o Madonna.

Mujeres fatales

Una frase que se usa normalmente por la gente es que la mujer es mala por naturaleza. Esto significa que el mal es la mujer o, por el contrario, lo natural en la mujer es la maldad. ¿Y el hombre?. Creo firmemente que la maldad no entiende de géneros?.

Lo femenino siempre ha intentado revestirse con formas extrañas, siniestras, perversas y malignas.

La femme fatale ha sido remarcado dentro del mundo del cine para enfatizar la naturaleza perversa de la mujer sobre el hombre. Un verdadero guiño con el espectador masculino para que sepa reconocer a tiempo las consecuencias de verse atrapado con este tipo de mujeres. Llegando a la conclusión de que la mujer puede destruir sin matar.

A finales del siglo XIX la incorporación de la mujer al ámbito social es una realidad incuestionable. Este es el momento en el que el hombre se pregunta ¿qué es una mujer? Dejando el lado doméstico, la mujer subraya con su integración al mundo de las fábricas que la igualdad se manifiesta también en lo social. La frontera entre lo masculino y lo femenino empieza a desdibujarse y cada uno defiende su postura con sus armas. En definitiva, surge el desentendimiento, el desacuerdo entre lo femenino y lo masculino.

La mujer fatal nace con el discurrir de estos tiempos, un arquetipo de maldad que ocasiona la fatalidad al hombre en una época confusa de profundos cambios. La mujer fatal hace perder el sentido al hombre con su sensualidad, su erotismo, como si realmente fuera la belleza de sus curvas el auténtico abismo de su perdición. No es extraño ni raro que el hombre pierda la razón y se enamore incluso de una muñeca sin saberlo, como sucede en el cuento maravilloso de E.T.A. Hoffmann, El hombre de la arena (Der Sandmann).

El tema de la femme fatale procede de la mirada distorsionada del hombre con respecto a lo que ve de lo femenino. El cine negro está repleto de mujeres fatales que retan la vulnerabilidad masculina en un intento poco afortunado por intentar instalarse en el ámbito social y rechazar el terreno tradicionalmente relegado a lo femenino como el cuidado de la casa, hijos y marido.

mujeres fatales y otras chicas malas en el cine

 

Bette Davis, Rita Hayworth, Jean Harlow o Barbara Stanwyck son poluciones masculinas filmadas desde el picaporte. Objetos de deseo imaginados por el hombre y moldeados con la seguridad de que nadie nos ve mirarlos, sintiéndonos protegidos por la sala oscura del cine (como si de un hecho pornográfico se tratara).

La presencia de una mujer fatal en una película hace posible “toda una ceremonia de la fascinación, cuyo ritual consiste como siempre en lanzar una mirada masculina sobre una mujer definida por su sexualidad. Pero también toda una teoría sobre la misoginia, pues lo que la hace apetecible es lo que la hace letal” 1. De esta manera, la figura erótica de la mujer sublima su condición perversa, representando una amenaza para la masculinidad, por eso, la carne femenina se desnuda con tanta insistencia en las pantallas cinematográficas para saber qué contiene el cuerpo extraño de la mujer y recrearse en su contemplación. Bella por fuera, malvada por dentro, sería el patrón a seguir en la modelación femenina por el arte en este siglo pasado.

La mujer fatal es un arma de doble filo, primero al manifestarse como una epifanía de la mirada masculina sobre lo femenino, y segundo, al ponerse en tela de juicio la identidad o la apreciación  de lo masculino y de lo femenino. Un tema reversible porque no sólo trata de saber cómo se miran los géneros sino cómo se observan ellos mismos al sentirse individuos sexuados.

1 VV.AA.  Imágenes del Mal. Madrid, Valdemar, 2003. Antonio Weinrichter, “La femme noire y otras chicas malas. Una bonita fachada con un precipicio detrás”, pág. 420.